Volver a leer una serie que en su momento lo representó todo para ti, a autores que idolatrabas, a personajes que tuviste por favoritos... todo ello me suele dar miedo, porque ya son muchas las decepciones que he sufrido revisando material que hacía mucho que no leía. Porque hay obras que son fruto de un momento determinado y un tiempo más tarde han quedado desfasadas. Porque has leído ese mismo tipo de material posteriormente mejor hecho o con un enfoque más acorde con tus gustos actuales. O por que te has cansado de según qué tipo de historias. O porque esos tebeos que te marcaron eran rematadamente malos y no te diste cuenta entonces. O porque has cambiado y tus gustos y criterios también.
The Question me encantaba. El enfoque tan humano que tenía la serie. El diseño del personaje principal. Los secundarios. Las historias. Pero habían pasado 16 años desde que lo leí por primera vez, casi veinte desde que se iniciara su publicación en España. Además, aparte de todos los miedos que he mencionado un temor mucho peor se añadía haciéndome temer los resultados de una posible relectura: no me gusta Denny O'Neil. Nada. Ni su etapa clásica de Batman con Neal Adams, ni su Green Arrow Green Lantern con el mismo dibujante, ni ninguno de sus trabajos más recientes me gustaban. Mi mente no podía conciliar el hecho de que el autor de semejantes clásicos que me parecieron en su día, cuando los publicó Zinco, bastante mediocres en su ejecución fuera el responsable de The Question, uno de mis clásicos personales. Por lo tanto, lo lógico era pensar que The Question no podía ser tan bueno como recordaba.
Y qué contento estoy de estar equivocado. Acerca de The Question, claro.
La serie supuso una rara avis en el momento en que se publicó y me atrevería a decir que no ha habido después ninguna otra colección que se le pareciera. Un tipo que se pone una máscara para patear culos, pero también porque quiere saber. Una relación de querer y no poder entre los dos protagonistas de la serie, Vic Sage y Mira Connelly, que no tiene el desarrollo y el desenlace habitual en este tipo de situaciones. Personajes y entorno que evolucionan a lo largo de la serie. Las acrobacias, las poses de The Question. Los trajes tan chulos, tan caros y tan poco apropiados para combatir al crimen. Y los diálogos, que recuerdas casi veinte años después: "Pensaba que tu cara me diría algo, pero sólo es eso, una cara", "Nada de acrobacias", "No me puedo creer que nos estemos riendo de estos chistes étnicos reciclados". Y la huida de los tópicos o las maneras tan originales de enfrentarse a ellos: con la ciudad en ruinas un ciudadano de Hub se acerca a los protagonistas con un bebé de unos meses en brazos, pidiéndoles dinero para comprarle comida. “Su bebé no tiene frío, señor, está muerto”, “Maldición, se han dado cuenta”. Y el tipo tira al bebé a una papelera y prosigue su camino.
The Question me encantaba. El enfoque tan humano que tenía la serie. El diseño del personaje principal. Los secundarios. Las historias. Pero habían pasado 16 años desde que lo leí por primera vez, casi veinte desde que se iniciara su publicación en España. Además, aparte de todos los miedos que he mencionado un temor mucho peor se añadía haciéndome temer los resultados de una posible relectura: no me gusta Denny O'Neil. Nada. Ni su etapa clásica de Batman con Neal Adams, ni su Green Arrow Green Lantern con el mismo dibujante, ni ninguno de sus trabajos más recientes me gustaban. Mi mente no podía conciliar el hecho de que el autor de semejantes clásicos que me parecieron en su día, cuando los publicó Zinco, bastante mediocres en su ejecución fuera el responsable de The Question, uno de mis clásicos personales. Por lo tanto, lo lógico era pensar que The Question no podía ser tan bueno como recordaba.
Y qué contento estoy de estar equivocado. Acerca de The Question, claro.
La serie supuso una rara avis en el momento en que se publicó y me atrevería a decir que no ha habido después ninguna otra colección que se le pareciera. Un tipo que se pone una máscara para patear culos, pero también porque quiere saber. Una relación de querer y no poder entre los dos protagonistas de la serie, Vic Sage y Mira Connelly, que no tiene el desarrollo y el desenlace habitual en este tipo de situaciones. Personajes y entorno que evolucionan a lo largo de la serie. Las acrobacias, las poses de The Question. Los trajes tan chulos, tan caros y tan poco apropiados para combatir al crimen. Y los diálogos, que recuerdas casi veinte años después: "Pensaba que tu cara me diría algo, pero sólo es eso, una cara", "Nada de acrobacias", "No me puedo creer que nos estemos riendo de estos chistes étnicos reciclados". Y la huida de los tópicos o las maneras tan originales de enfrentarse a ellos: con la ciudad en ruinas un ciudadano de Hub se acerca a los protagonistas con un bebé de unos meses en brazos, pidiéndoles dinero para comprarle comida. “Su bebé no tiene frío, señor, está muerto”, “Maldición, se han dado cuenta”. Y el tipo tira al bebé a una papelera y prosigue su camino.
Leed Question, joder
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