AIDP: Los muertos (Mike Mignola, John Arcudi, Guy Davis; Norma): nueva entrega de la serie centrada en las aventuras del equipo de Hellboy sin Hellboy.
En esta entrega se desplaza la atención del que parece haberse convertido en el hilo argumental básico de la serie, la plaga de monstruos más conocidos como ranas y que parece extenderse por suelo americano, para centrarse ahora en asuntos relativos al funcionamiento interno de la agencia y a las vidas de los miembros que componen la unidad. Así, leeremos sobre el cambio físico de base de operaciones, trasladada a un complejo construído tras la segunda guerra mundial y que acogió a científicos nazis que trabajaron para el gobierno estadounidense en diversos proyectos; un lugar que esconde un terrible secreto en torno al cual se centra la acción principal de este tomo. Por otro lado, la unidad recibe a un nuevo comandante de campo, que como no podría ser de otra manera tiene que tener algo especial a fin de que encaje en el grupo, y en el caso del capitán Daimio es que estuvo muerto tres días, o sea, que perfectamente se le puede llamar capitán zombie, si no fuera por su fuerte carácter; una personalidad interesante que le sitúa a la altura de las del resto de sus compañeros de equipo y que es susceptible de ser comparada casi casi con la del miembro desaparecido, Hellboy. Y finalmente asisitiremos a un encuentro de Abe Sapiens con su pasado, línea argumental que ya se habría esbozado previamente para satisfacción de los seguidores de la serie.
El guión está firmado a medias entre Mignola y Arcudi, y éso se nota. Mignola se ocupa de la historia de Abe, y que gira en torno al fantasma de que la fuera prometida del hombre-pez, más en la línea sobrenatural a la que nos tiene acostumbrados este autor, mientras que el resto se debe a Arcudi, que nos presenta una trama un poco más movida y que hace de perfecto contrapunto a la otra historia. Sin embargo, ambas líneas argumentales no están todo lo bien llevadas que sería de desear. La historia de Mignola apenas cuenta nada pero se vuelve a ella en varias ocasiones, en mitad concretamente de una escena supuestamente dramática pero que por reíteración no sólo deja de serlo sino que llega a dar la sensación de que sólo está ahí como relleno. Luego lo de Arcudi se lee bastante bien... hasta llegar a su desenlace, en que las cosas se lían un poco y no acaba de quedar muy claro de qué iba todo en realidad; añadamos el hecho de que nos quieran dar el coñazo con la ya manida lanza de Longino, la típica reliquia cristiana detrás de la que los nazis iban...¿para qué? Ni idea. Porque queda molona, no sé... Lo cierto es que parece que está ahí por eso, porque mola, aunque si se hubiese prescindido de ella no hubiera pasado nada, la verdad; es más, puede que hubiera quedado mejor; y es que uno está personalmente bastante harto acerca de que se recurra siempre a lo mismo puestos a hablar de nazis y ocultismo.
En el apartado gráfico brilla con luz propio el excelente trabajo de Guy Davis, como siempre. Es más, sigue regalándonos estupendos diseños de bichejos de los que Lovecraft ya quisiera que fueran de su creación. ¿Para cuándo se embarcará este tío en algún proyecto que esté directamente relacionado con los mitos del novelista?
En definitiva, el tebeo no busca más que entretener, y eso más o menos lo consigue. Por mucho que los aficionados a la serie puedan quedarse un poco decepcionados ya que se aparca temporalmente su trama principal.
En esta entrega se desplaza la atención del que parece haberse convertido en el hilo argumental básico de la serie, la plaga de monstruos más conocidos como ranas y que parece extenderse por suelo americano, para centrarse ahora en asuntos relativos al funcionamiento interno de la agencia y a las vidas de los miembros que componen la unidad. Así, leeremos sobre el cambio físico de base de operaciones, trasladada a un complejo construído tras la segunda guerra mundial y que acogió a científicos nazis que trabajaron para el gobierno estadounidense en diversos proyectos; un lugar que esconde un terrible secreto en torno al cual se centra la acción principal de este tomo. Por otro lado, la unidad recibe a un nuevo comandante de campo, que como no podría ser de otra manera tiene que tener algo especial a fin de que encaje en el grupo, y en el caso del capitán Daimio es que estuvo muerto tres días, o sea, que perfectamente se le puede llamar capitán zombie, si no fuera por su fuerte carácter; una personalidad interesante que le sitúa a la altura de las del resto de sus compañeros de equipo y que es susceptible de ser comparada casi casi con la del miembro desaparecido, Hellboy. Y finalmente asisitiremos a un encuentro de Abe Sapiens con su pasado, línea argumental que ya se habría esbozado previamente para satisfacción de los seguidores de la serie.
El guión está firmado a medias entre Mignola y Arcudi, y éso se nota. Mignola se ocupa de la historia de Abe, y que gira en torno al fantasma de que la fuera prometida del hombre-pez, más en la línea sobrenatural a la que nos tiene acostumbrados este autor, mientras que el resto se debe a Arcudi, que nos presenta una trama un poco más movida y que hace de perfecto contrapunto a la otra historia. Sin embargo, ambas líneas argumentales no están todo lo bien llevadas que sería de desear. La historia de Mignola apenas cuenta nada pero se vuelve a ella en varias ocasiones, en mitad concretamente de una escena supuestamente dramática pero que por reíteración no sólo deja de serlo sino que llega a dar la sensación de que sólo está ahí como relleno. Luego lo de Arcudi se lee bastante bien... hasta llegar a su desenlace, en que las cosas se lían un poco y no acaba de quedar muy claro de qué iba todo en realidad; añadamos el hecho de que nos quieran dar el coñazo con la ya manida lanza de Longino, la típica reliquia cristiana detrás de la que los nazis iban...¿para qué? Ni idea. Porque queda molona, no sé... Lo cierto es que parece que está ahí por eso, porque mola, aunque si se hubiese prescindido de ella no hubiera pasado nada, la verdad; es más, puede que hubiera quedado mejor; y es que uno está personalmente bastante harto acerca de que se recurra siempre a lo mismo puestos a hablar de nazis y ocultismo.
En el apartado gráfico brilla con luz propio el excelente trabajo de Guy Davis, como siempre. Es más, sigue regalándonos estupendos diseños de bichejos de los que Lovecraft ya quisiera que fueran de su creación. ¿Para cuándo se embarcará este tío en algún proyecto que esté directamente relacionado con los mitos del novelista?
En definitiva, el tebeo no busca más que entretener, y eso más o menos lo consigue. Por mucho que los aficionados a la serie puedan quedarse un poco decepcionados ya que se aparca temporalmente su trama principal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario