Hace unos años, cuando a varios autores del mundillo comiquero les preguntaron cual les parecía la mejor historia de Superman, la mayoría contestaron “Whatever Happened To The Man Of Tomorrow?” escrita por el genial Alan Moore y dibujada por Curt Swan el (para mi) mejor dibujante de Superman de todos los tiempos (con perdón de Wayne Boring). Es una grandísima historia aunque mi favorita es “The Death of Superman” (NO la de Jurgens, malpensados) escrita por Jerry Siegel y dibujada también por Curt Swan, publicada en Superman 149 en 1961.
Pero en mi corazoncito, hay un lugar muy especial para el número 52 de Superman Adventures, colección englobada dentro del universo de la serie animada. No es por exagerar, pero en mi opinión, es una de las mejores historias auto-conclusivas que he leído en mi vida del Hombre de Acero. Voy a contarla toda así que los que no os gusten los spoilers no sigáis leyendo. Está inédita en España, nunca se ha recopilado en USA y no creo que Planeta la publique.
La historia se titula “A death in the family” y se abre con Supergirl moribunda llegando a casa de los Kent en Smallville. Pa y Ma avisan a Clark, que se encuentra en la redacción del Planet, y éste acude a la llamada más rápido que una bala. Superman se lleva a Kara a la “Fortaleza de la Soledad”, donde con la tecnología kryptoniana investiga la enfermedad que afecta a la joven. Descubre que la causa es un virus que apareció años atrás en Argo, ciudad natal de Supergirl que sobrevivió a la destrucción de Krypton, y para el que se descubrió posteriormente una vacuna. La computadora le dice a Superman los elementos de la vacuna. Todos ellos son obtenibles excepto el elemento X el cual no existe en la Tierra porque era una sustancia kryptoniana, y Krypton ya no existe. Por si fuera poco, la cantidad necesaria del elemento X es ínfima.
Sin más opciones, Superman se desplaza hasta los laboratorios S.T.A.R donde le comunican que no pueden hacer nada por ella. Alguien sugiere que vaya a ver al hombre más inteligente de Metrópolis, que no es otro que Lex Luthor. Tragándose su orgullo y olvidando viejas rencillas, Superman le expone su problema a Luthor y éste accede a buscar una cura contrarreloj. Tras muchas horas de investigación, Lex informa a Superman de que por fin ha logrado duplicar el elemento X. Para sorpresa de nuestro héroe, Luthor ¡se niega a entregárselo! y le advierte de que no le dañe ni amenace porque le está grabando en circuito cerrado con cámaras. En el colmo de la maldad, con una sonrisa en los labios Lex le dice a Superman algo así como: “No sé que te duele más, si el haberte hecho perder todo este tiempo aquí sin la posibilidad de intentar encontrar la cura en otro lugar, o saber que yo puedo salvar a la chica y que no pienso hacerlo.” He aquí el villano definitivo. Superman se va, roto.
Más tarde, tras meditarlo, Superman contacta con Luthor y promete que hará lo que sea, cualquier cosa que le pida a cambio de que salve la vida de Supergirl. La petición de Lex es muy sencilla: debe ir a la cárcel donde se encuentra encerrado Metallo, traspasar las medidas de seguridad de la penitenciaría y exponerse al corazón de kryptonita de éste hasta morir. Debe hacerlo sin revelar a nadie sus motivos, después le administrará la cura a Supergirl. Acepta.
Antes de dirigirse a la cárcel donde se halla Metallo para encarar su final, el Último Hijo de Krypton pasa por los laboratorios S.T.A.R donde está Supergirl (ya en coma) para despedirse. Acongojado, le da un beso en la mejilla, y al hacerlo derrama una lágrima sobre el rostro de Kara. La lágrima rueda hasta los sensores de la máquina que aún la mantiene con vida. El ordenador identifica repentinamente el elemento X: ¡sal kryptoniana!
El epílogo es impagable. Supergirl pasa volando delante del edifico de Lexcorp y saluda a Luthor. Éste no da crédito a sus ojos. Empieza a gritar y a maldecir lleno de rabia e ira. Su guardaespaldas acude corriendo creyendo que hay algún problema de seguridad. Encuentra a Lex solo. Luthor le confiesa que ¡no tenía el elemento X! Todo era una argucia para matar a Superman. Pero lo que más le irrita y acrecienta su odio hacia el kryptoniano es que hasta hoy, Lex tenía el consuelo de creerse más inteligente que el Boy Scout. Ahora que sabe que Superman consiguió el elemento X, y que el Hombre de Acero le ha vencido utilizando su inteligencia. “Dejame. Déjame sólo con mis pensamientos”. Lex queda en soledad, en la oscuridad de su despacho, completamente consternado. Fin.
Muy pocas ocasiones, en tan sólo 22 páginas, pudo verse de forma tan inteligente y sencilla a la vez no sólo el enfrentamiento de estos dos personajes icónicos, condenados a ser enemigos en ésta y todas las realidades alternativas, sino la esencia de la maldad y el odio en estado puro en contraposición al heroísmo silencioso que llega al sacrificio por salvar una vida. Y sin un solo puñetazo ni explosión.
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