Los complots nocturnos (David B.; Ponent Mon): Este tomo incluye diecinueve sueños, adaptados al lenguaje del cómic, pertenecientes al autor de La ascensión del gran mal, Babel o Los buscadores de tesoros.
Reseñar un cómic así es delicado. Lo es si consideramos una idea o concepto de cómic que se sitúe dentro del convencionalismo. Partiendo de este principio la coherencia sería un factor al que concederíamos una relevancia especial y probablemente nos serviría como criterio fundamental a la hora de hacer una valoración de la obra. Aquí, en tanto que nos enfrentamos a la plasmación de un mundo onírico personal donde lo irracional prima por encima de todo, la coherencia ya no resulta válida para nuestro análisis, de forma que deberemos buscar otros criterios. A este respecto y desde mi punto de vista, la mayor o menor validez del producto, contemplado siempre desde la subjetividad del lector al que va dirigido y no desde el punto de vista de su creador, residiría en su capacidad de sugerir. Sugerir sensaciones, emociones, a través del surrealismo que desprenden las situaciones narradas y un dibujo muy lineal, anguloso, tremendamente expresionista, donde el color, elegido sabiamente, consigue acentuar esa sensación de irrealidad propia de ese mundo de penumbra que David B. asocia con el plano onírico.
¿Pero consigue realmente transmitirnos algo? En lo que a mí se refiere, poco es lo que me ha dicho este cómic. Encuentro imágenes impactantes, plasmadas con una gran efectividad y que vienen a encuadrarse dentro de la imaginería propia de este autor, muy atractiva en mi opinión, pero gran parte de las historias, aún reconociendo la habilidad con que están plasmadas, no me han aportado apenas nada.
Reseñar un cómic así es delicado. Lo es si consideramos una idea o concepto de cómic que se sitúe dentro del convencionalismo. Partiendo de este principio la coherencia sería un factor al que concederíamos una relevancia especial y probablemente nos serviría como criterio fundamental a la hora de hacer una valoración de la obra. Aquí, en tanto que nos enfrentamos a la plasmación de un mundo onírico personal donde lo irracional prima por encima de todo, la coherencia ya no resulta válida para nuestro análisis, de forma que deberemos buscar otros criterios. A este respecto y desde mi punto de vista, la mayor o menor validez del producto, contemplado siempre desde la subjetividad del lector al que va dirigido y no desde el punto de vista de su creador, residiría en su capacidad de sugerir. Sugerir sensaciones, emociones, a través del surrealismo que desprenden las situaciones narradas y un dibujo muy lineal, anguloso, tremendamente expresionista, donde el color, elegido sabiamente, consigue acentuar esa sensación de irrealidad propia de ese mundo de penumbra que David B. asocia con el plano onírico.
¿Pero consigue realmente transmitirnos algo? En lo que a mí se refiere, poco es lo que me ha dicho este cómic. Encuentro imágenes impactantes, plasmadas con una gran efectividad y que vienen a encuadrarse dentro de la imaginería propia de este autor, muy atractiva en mi opinión, pero gran parte de las historias, aún reconociendo la habilidad con que están plasmadas, no me han aportado apenas nada.
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