Con Morrison me pasa lo mismo que con Moore.
Ambos autores han producido tal cantidad de páginas para simplemente ganarse las habichuelas que a veces se te olvida el porqué de su merecida fama y porqué te gustaba tanto su obra. Entonces lees o relees alguno de sus mejores trabajos y lo recuerdas. Por desgracia ni uno ni otro (especialmente el barbudo) se suelen prodigar en demasía últimamente en cómics que les interesen especialmente como para conseguir brindarnos una nueva obra maestra.
En el caso que nos ocupa, Morrison ha firmado obras impresionantes como Animal Man, que servía como preludio de su excepcional Doom Patrol y ésta como apunte de lo que sería para mí su mejor obra, los Invisibles, uno de los mejores tebeos (de ficción o no ficción) que se hayan escrito jamás. Tras su finalización, lamentablemente, han seguido otras series de menor empaque (excepción hecha de la excelente The Filth, el cómic más cargado de ocurrencias y detalles por viñeta cuadrada que he leído en los últimos años, donde Chris Weston se hace imprescindible para dar a luz las visiones de Grant), por lo que hemos podido ver obras como:
-Unos New X-Men que empezaban muy bien, perdían fuerza casi enseguida, se deslizaban de forma penosa por el lodazal de la mediocridad y se estampaban finalmente en la línea de meta con alguna de las sagas más patéticas en la historia de la Marvel (que ya es decir).
-Una parida como Vimanarama, con dibujos bonitos y poco (¿nada?) más.
-El experimento WE3, donde Quitely eleva a la categoría de joya historietística un argumento nimio y olvidable.
-Un Seaguy irregular, soso y donde sólo brilla Cameron Stewart, lo que ya es, por lo menos, algo.
Así las cosas, esperaba ver en los Seven Soldiers of Victory al Morrison creativo y alucinante de sus obras más personales e interesantes, a juzgar por el bombo y platillo que él mismo daba al proyecto en las entrevistas promocionales (cosa que ya había resultado contraproducente anteriormente, como en sus Cuatro Fantásticos con Jay Lee, que presumiblemente iban a reinventar la rueda con la Primera Familia y después se quedaron en dos ideas novedosas en el tratamiento de personajes y en una historia típica y tópica de los 4F). Y ambicioso lo es. Y un rato largo, además.
Seven Soldiers pretende desarrollar una historia de conjunto en base a 7 miniseries de 4 números cada una, precedidas por un prólogo a la saga y un epílogo que la concluye. Morrison, por lo visto en los tres recopilatorios aparecidos hasta la fecha (queda por publicarse el cuarto y último), consigue su propósito de historia modular: cada número de cada serie se entiende independientemente del resto; cada miniserie se puede leer sin necesidad de acercarse a las otras y no obstante ello todas desarrollan partes de una misma epopeya. Sin embargo, el resultado no es todo lo espectacular que debería. El argumento de fondo es la consabida lucha entre el bien y el mal y los mejores episodios son meramente entretenidos, combinándose con números en los que no pasa nada y, lo que es peor, miniseries enteras en las que tampoco. Frente a las cuatro ideas curiosas marca de fábrica del autor lo que impera es una irregularidad que empaña y mucho el resultado global del cómic.
Seguiremos esperando la conclusión del mismo.
Y creo que, también, al mejor Morrison.
Ambos autores han producido tal cantidad de páginas para simplemente ganarse las habichuelas que a veces se te olvida el porqué de su merecida fama y porqué te gustaba tanto su obra. Entonces lees o relees alguno de sus mejores trabajos y lo recuerdas. Por desgracia ni uno ni otro (especialmente el barbudo) se suelen prodigar en demasía últimamente en cómics que les interesen especialmente como para conseguir brindarnos una nueva obra maestra.
En el caso que nos ocupa, Morrison ha firmado obras impresionantes como Animal Man, que servía como preludio de su excepcional Doom Patrol y ésta como apunte de lo que sería para mí su mejor obra, los Invisibles, uno de los mejores tebeos (de ficción o no ficción) que se hayan escrito jamás. Tras su finalización, lamentablemente, han seguido otras series de menor empaque (excepción hecha de la excelente The Filth, el cómic más cargado de ocurrencias y detalles por viñeta cuadrada que he leído en los últimos años, donde Chris Weston se hace imprescindible para dar a luz las visiones de Grant), por lo que hemos podido ver obras como:
-Unos New X-Men que empezaban muy bien, perdían fuerza casi enseguida, se deslizaban de forma penosa por el lodazal de la mediocridad y se estampaban finalmente en la línea de meta con alguna de las sagas más patéticas en la historia de la Marvel (que ya es decir).
-Una parida como Vimanarama, con dibujos bonitos y poco (¿nada?) más.
-El experimento WE3, donde Quitely eleva a la categoría de joya historietística un argumento nimio y olvidable.
-Un Seaguy irregular, soso y donde sólo brilla Cameron Stewart, lo que ya es, por lo menos, algo.
Así las cosas, esperaba ver en los Seven Soldiers of Victory al Morrison creativo y alucinante de sus obras más personales e interesantes, a juzgar por el bombo y platillo que él mismo daba al proyecto en las entrevistas promocionales (cosa que ya había resultado contraproducente anteriormente, como en sus Cuatro Fantásticos con Jay Lee, que presumiblemente iban a reinventar la rueda con la Primera Familia y después se quedaron en dos ideas novedosas en el tratamiento de personajes y en una historia típica y tópica de los 4F). Y ambicioso lo es. Y un rato largo, además.
Seven Soldiers pretende desarrollar una historia de conjunto en base a 7 miniseries de 4 números cada una, precedidas por un prólogo a la saga y un epílogo que la concluye. Morrison, por lo visto en los tres recopilatorios aparecidos hasta la fecha (queda por publicarse el cuarto y último), consigue su propósito de historia modular: cada número de cada serie se entiende independientemente del resto; cada miniserie se puede leer sin necesidad de acercarse a las otras y no obstante ello todas desarrollan partes de una misma epopeya. Sin embargo, el resultado no es todo lo espectacular que debería. El argumento de fondo es la consabida lucha entre el bien y el mal y los mejores episodios son meramente entretenidos, combinándose con números en los que no pasa nada y, lo que es peor, miniseries enteras en las que tampoco. Frente a las cuatro ideas curiosas marca de fábrica del autor lo que impera es una irregularidad que empaña y mucho el resultado global del cómic.
Seguiremos esperando la conclusión del mismo.
Y creo que, también, al mejor Morrison.
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