Porque vosotros lo valéis, y como no vale la pena pagar según qué por según qué novedad del Saló, ¡demos por inaugurada la ronda reseñera! ¡Ahí va mi desafío al resto de pobladores de este blog!
Empecemos por Red y Reload, ambos de Warren Ellis. Del primero lo único que puedo decir es que cuenta con una trama de lo más simple (agente de la CIA, especializado en opas negras y retirado del servicio es reactivado cuando su recién nombrado superior decreta su eliminación; el resto es de imaginar: una carrera encaminada a acabar con las vidas de sus ex-jefes), se lee más o menos bien. De todas formas no nos engañemos, tampoco hay tanto qué contar, teniendo en cuenta que la base del cómic es el retrato de su protagonista y punto. Sin él no hubiera habido este cómic. ¿Y tres números para contarlo todo? Bueno, aceptamos barco, no?
Por otro lado, doy gracias a Ellis por Reload. Cómics como éste te recuerdan que también él es capaz de escribir mierda como otro cualquiera. Volvemos al tópico del agente que se vuelve contra el gobierno de su país, aunque en esta ocasión es fruto del desengaño resultante de averiguar que quien mueve los hilos del poder es, ni más ni menos, que la mafia (¡oh-verdad-revelada!). Y como la agente en cuestión tiene su pizquita de dignidad y todavía le presta algo de importancia a lo moral pues nah, se dedica a desenmascarar a los culpables y, de paso, pos no sé, gasear unas cuantas comisarías con sarín..¿por qué no? Un argumento que, en efecto, va ganando en el terreno del absurdo y el delirio más absoluto a medida que vamos pasando página tras otra. Una perla entre tantas: [agente secreto que acaba ayudando a la chati-rollo-punisher- enfundada-en-ajustado-modelito-de-cuero] Quiero saber por qué una organización criminal quería controlar la Casa Blanca. Entre esto y el que al servicio secreto se le pasara por alto una fantástica terracita desde la cual cualquiera le podría volar la cabeza al presidente de los USA (aquí uno hubiera preferido que la víctima en cuestión hubiera tenido un rostro conocido.. no sé.. Bush Jr sin ir más lejos) el cómic garantiza diversión asegurada...por lo malo que es, por supuesto. Colabora en esta labor el macarrilla de Paul Gulacy, con escenas de acción que rayan lo incomprensible, aderezadas con caretos risibles y sobre todo cuero, mucho cuero (¿no os acabo de decir que el tipo es un macarrilla?).
Luego no sé en qué diablos pienso y empiezo a leerme el tomo de Tormenta: Arena. Y a media lectura acabo deseando haber seguido desde el principio la colección de X-treme X-Men, lo cual no es el caso. Y recuerdo quién es su guionista, papá patrulloso Claremont. Dios, cuánto texto de apoyo innecesario. ¿Quién me mandaba a mí...? El aburrimiento resultante de que tarden en pasar cosas sumado al hecho de no enterarme de una mierda de lo que está pasando (la mini está ubicada dentro de la propia colección de los X-treme) y que no reconozco a mi Tormenta me obliga a dejar de leer, y empiezo a pasar página tras página fijándome tan sólo en los dibujines del Kordey, cuya trabajo es digno de destacar. Para seguidores de los mutativos.
Cambio de tercio: manga. Llamada perdida. Reconozco no haber visto la peli, pero su adaptación sobre papel me deja claro que hay muchas otras películas para dedicarles el tiempo que dure la cinta en cuestión. Aburrido y confuso como pocos, pasa a engrosar la pila de ilegibles que han contribuído a la deforestación de nuestro patrimonio boscoso. ¿Os creeréis que tuve que releerme tres veces dos páginas para saber de qué muere exactamente uno de los personajes? Por supuesto, la relectura fue infructuosa. Y no sólo el dibujante es una nulidad narrando, es que además ni por asomo consigue intranquilizarte y mucho menos asustarte, que es lo que se supone que tiene que ofrecer un cómic presuntamente de terror.
Un poco más de éxito en este último sentido lo consigue La serpiente roja, de Hideshi Hino, publicado por La Cúpula. Y cito aquí el nombre del autor por aquello que le había precedido cierto prestigio por estos lares, aunque tras la lectura íntegra (esta vez sí) de este tomito uno osa ponerlo en entredicho. El argumento tiene un inicio de lo más prometedor, con un crío que desea huir de la casa en la que ha vivido recluído desde su nacimiento, compartiendo espacio con su familia, un reducido círculo dominado por la demencia. El cómic se dedica a describir a cada uno de los integrantes del núcleo familiar, recalcando sus excentricidades y filias de lo más enfermizas, sin cortarse en los aspectos más truculentos y desagradables. En paralelo, encontramos una trama que acaba confluyendo en la principal, y que está constituída por el misterio que parece ocultar una sección de la casa cuya entrada ha sido clausurada por un espejo que hace la función de sello contra el mal. Aunque el cómic se deja leer bastante bien, cuenta con ideas interesantes (estoy pensando en toda una vertiente que bebe de lo onírico...o eso quiero creer para mi bienestar mental) e incluye un epílogo del propio autor relatando un examen rectal (¿?), me ha acabado disgustando el peso otorgado al gore (nunca he sentido interés por el género salvo en aquellos casos en que se toma a broma) y algunos elementos de la trama que casi calificaría de gratuítos. Eso y que acabé diciendo una vez finalizado: vale, y yaxtá? No sé, me había esperado algo más después de lo que había leído de este tío.
Empecemos por Red y Reload, ambos de Warren Ellis. Del primero lo único que puedo decir es que cuenta con una trama de lo más simple (agente de la CIA, especializado en opas negras y retirado del servicio es reactivado cuando su recién nombrado superior decreta su eliminación; el resto es de imaginar: una carrera encaminada a acabar con las vidas de sus ex-jefes), se lee más o menos bien. De todas formas no nos engañemos, tampoco hay tanto qué contar, teniendo en cuenta que la base del cómic es el retrato de su protagonista y punto. Sin él no hubiera habido este cómic. ¿Y tres números para contarlo todo? Bueno, aceptamos barco, no?
Por otro lado, doy gracias a Ellis por Reload. Cómics como éste te recuerdan que también él es capaz de escribir mierda como otro cualquiera. Volvemos al tópico del agente que se vuelve contra el gobierno de su país, aunque en esta ocasión es fruto del desengaño resultante de averiguar que quien mueve los hilos del poder es, ni más ni menos, que la mafia (¡oh-verdad-revelada!). Y como la agente en cuestión tiene su pizquita de dignidad y todavía le presta algo de importancia a lo moral pues nah, se dedica a desenmascarar a los culpables y, de paso, pos no sé, gasear unas cuantas comisarías con sarín..¿por qué no? Un argumento que, en efecto, va ganando en el terreno del absurdo y el delirio más absoluto a medida que vamos pasando página tras otra. Una perla entre tantas: [agente secreto que acaba ayudando a la chati-rollo-punisher- enfundada-en-ajustado-modelito-de-cuero] Quiero saber por qué una organización criminal quería controlar la Casa Blanca. Entre esto y el que al servicio secreto se le pasara por alto una fantástica terracita desde la cual cualquiera le podría volar la cabeza al presidente de los USA (aquí uno hubiera preferido que la víctima en cuestión hubiera tenido un rostro conocido.. no sé.. Bush Jr sin ir más lejos) el cómic garantiza diversión asegurada...por lo malo que es, por supuesto. Colabora en esta labor el macarrilla de Paul Gulacy, con escenas de acción que rayan lo incomprensible, aderezadas con caretos risibles y sobre todo cuero, mucho cuero (¿no os acabo de decir que el tipo es un macarrilla?).
Luego no sé en qué diablos pienso y empiezo a leerme el tomo de Tormenta: Arena. Y a media lectura acabo deseando haber seguido desde el principio la colección de X-treme X-Men, lo cual no es el caso. Y recuerdo quién es su guionista, papá patrulloso Claremont. Dios, cuánto texto de apoyo innecesario. ¿Quién me mandaba a mí...? El aburrimiento resultante de que tarden en pasar cosas sumado al hecho de no enterarme de una mierda de lo que está pasando (la mini está ubicada dentro de la propia colección de los X-treme) y que no reconozco a mi Tormenta me obliga a dejar de leer, y empiezo a pasar página tras página fijándome tan sólo en los dibujines del Kordey, cuya trabajo es digno de destacar. Para seguidores de los mutativos.
Cambio de tercio: manga. Llamada perdida. Reconozco no haber visto la peli, pero su adaptación sobre papel me deja claro que hay muchas otras películas para dedicarles el tiempo que dure la cinta en cuestión. Aburrido y confuso como pocos, pasa a engrosar la pila de ilegibles que han contribuído a la deforestación de nuestro patrimonio boscoso. ¿Os creeréis que tuve que releerme tres veces dos páginas para saber de qué muere exactamente uno de los personajes? Por supuesto, la relectura fue infructuosa. Y no sólo el dibujante es una nulidad narrando, es que además ni por asomo consigue intranquilizarte y mucho menos asustarte, que es lo que se supone que tiene que ofrecer un cómic presuntamente de terror.
Un poco más de éxito en este último sentido lo consigue La serpiente roja, de Hideshi Hino, publicado por La Cúpula. Y cito aquí el nombre del autor por aquello que le había precedido cierto prestigio por estos lares, aunque tras la lectura íntegra (esta vez sí) de este tomito uno osa ponerlo en entredicho. El argumento tiene un inicio de lo más prometedor, con un crío que desea huir de la casa en la que ha vivido recluído desde su nacimiento, compartiendo espacio con su familia, un reducido círculo dominado por la demencia. El cómic se dedica a describir a cada uno de los integrantes del núcleo familiar, recalcando sus excentricidades y filias de lo más enfermizas, sin cortarse en los aspectos más truculentos y desagradables. En paralelo, encontramos una trama que acaba confluyendo en la principal, y que está constituída por el misterio que parece ocultar una sección de la casa cuya entrada ha sido clausurada por un espejo que hace la función de sello contra el mal. Aunque el cómic se deja leer bastante bien, cuenta con ideas interesantes (estoy pensando en toda una vertiente que bebe de lo onírico...o eso quiero creer para mi bienestar mental) e incluye un epílogo del propio autor relatando un examen rectal (¿?), me ha acabado disgustando el peso otorgado al gore (nunca he sentido interés por el género salvo en aquellos casos en que se toma a broma) y algunos elementos de la trama que casi calificaría de gratuítos. Eso y que acabé diciendo una vez finalizado: vale, y yaxtá? No sé, me había esperado algo más después de lo que había leído de este tío.
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