Esta vez ha sido diferente: llegué al aeropuerto de Barcelona con dos horas de retraso, y a Barcelona más tarde aún. Cené a las 2 y media de la mañana. Casi no dormí y encima cuando me debía haber levantado me quedé dormido. Me pasé el 85% del tiempo que estuve en el Saló trabajando en un stand (el de Dolmen, para más señas). No ví ninguna exposición ni asistí a ninguna charla. Me han salido ampollas en los pies. No he visto a ninguno de los autores extranjeros (a Brubaker le ví el sombrero, pero eso es todo). Estoy rendido… pero ha sido el mejor Saló de mi vida.
Supongo que con esto os haréis una idea del tipo de post salonero que estoy escribiendo: nada de noticias, nada de mesas redondas, nada de expos, nada de “es mejor que la estació de França”, nada de quedadas… Pero mucha gente.
No es ningún secreto que soy el “tipo impasible” de las tiras de Guillem March en el Dolmen, pero, la verdad, es increíble la cantidad de gente que me saludó y me reconoció por ello. Al principio me daba hasta vergüenza, pero gracias a ello conocí a muchas personas que sólo conocía por email, por teléfono o por los foros de internet, así que no me quejo, pero bueno, tampoco lo escribo por eso, sino porque ese dibujo de Guillem se ha convertido en el primero…de tres. Y es que tanto David Ramírez como Marc Viaplana tuvieron a bien hacer su versión de esa caricatura (que acompañan a este texto, faltaría más) en la dedicatoria que me escribieron en sus cómics. Por supuesto, espero que el número de versiones aumente en años venideros, que me ha entrado el gusanillo (y bueno, también tengo un dibujo de Kenny Ruiz, pero es diferente, porque lo que realmente quería que me dibujara era a Lluvia de El cazador de rayos tocando el violín, y eso es lo que me dibujó).
Hasta aquí, el post es una excusa para colgar los dos dibujos, cierto, pero estando al otro lado del mostrador asistes a una serie de anécdotas que de otra forma no habrías podido ver, y a eso es a lo que voy:
• Ví a dos niños discutiendo sobre si Vicente Ramírez, autor de La Biblia de Dragon Ball, era el padre o el hijo de David Ramírez.
• Conseguí con una mirada que una inocente niñita dejase de maltratar un cómic y huyera despavorida.
• Recibí mi chapa de ADLO! y conocí en persona a algunos de sus más ilustres miembros.
• Me asombré al ver como esos mismos “miembros” (ustedes ya me entienden) insistían en que mi compañera Azahara, rotulista del B3, les hiciera un dibujo de un saltamontes-cucaracha (tocando el violín, si no recuerdo mal) en el mismo B3 antes incluso de que David se lo firmara. Y ella acabó dibujando.
• Mi asombro creció aún más cuando Azahara, misteriosamente, consiguió que algunos de esos “elementos” compraran más de un ejemplar del susodicho cómic (sí, ya, que no eran todos para el mismo, claro, bien…). Más información sobre el tema en el blog de ADLO!
• Contemplé a Enrique Vegas pedirle casi de rodillas a un niño que le dejase firmar su cómic: “¿Porqué me lo quieres firmar?” “Es que soy el dibujante” “Sí, claro, entonces eres Enrique Vegas, ¿no? Seguro, claro….” “Pues sí”. La situación se complicó aún más cuando Vicente García tuvo a bien llamar “Pedro” a Enrique (totalmente adrede), pero vaya, al final consiguió firmarlo.
• Aguanté impertérrito los gritos de las hordas de groupies de Kenny Ruiz.
• Estuve escuchando la canción de Marco (sí, la del “puerto italiano”) horas y horas y horas y horas y aún no he llegado a odiarla.
• Ví a las azafatas de Norma (han conseguido que me replantee mi aversión a las camisetas naranjas).
• Entré en el stand de Planeta sin que me precintaran la bolsa que llevaba (sí, para ello salí del stand, pero por lo que me han contado lo que conseguí fue toda una proeza).
• Me quedé sin la camiseta de “100.000 lemmings no pueden estar equivocados”.
• Se puede vender un cómic por su rotulación o una revista por su maquetación. O al menos intentarlo.
• Me sorprendí al darme cuenta de que, para la mayoría de los interesados, “Dragon Ball” y “libro” no son compatibles. O lo que es lo mismo, algo que ponga Dragon Ball en la portada y que tenga más texto que imágenes provoca rechazo absoluto.
Y, en fin, hay “cienes y cienes” de cosas más que me divirtieron muchísimo y que compensaron todo lo demás, pero es que ahora mismo no las recuerdo. Y tengo tanto sueño…
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