Un nuevo tebeo de peleítas rollo samurais pero con cierto trasfondo fantástico. Y por los 14 números publicados en Francia, de los 15 que al parecer llevan ya en Corea, sumada a la procedencia novel de los creadores me lleva a pensar que quizás estamos ante un tebeo al que vale la pena echar un vistazo.
15 minutos después, o sea, lo que más o menos tardas en leerte sus casi 200 páginas, el desengaño es un hecho.
Vamos con el argumento: Chunchu (o Chonchu), es un joven que fue dado en adopción, nada más nacer, a un clan de guerreros después de que sus padres comprobaran que se trataba del hijo del demonio (uauh), aspecto de la trama con connotaciones fantásticas y que es de esperar que acabe por ser desarrollado más adelante porque, y ahí está la gracia del tebeo, una y otra vez se le recuerda al lector que oh, es Chonchu, el hijo del demonio, el que huele a sangre y muerte y que acabará con el clan que le adoptó. Porque la verdad es que cada pocas páginas alguien debe mencionar algo de lo anterior, a menudo de forma completamente gratuíta, hasta el extremo que después de superar la etapa de la irritación, y luego la del cansancio, acabas casi por desear que te vuelvan a repetir lo mismo sólo por echarte unas risas.
Pero no se queda ahí la cosa. De repente se te ocurre que si hicieran una adaptación a la pantalla grande de este tebeo tendrías muy claro a quien escogerías como actor protagonista: Keanu Reeves. Por esa inexpresividad cartoniana que acompaña al personaje desde la portada. Ahora que es tope-cool-s'-oye, que es lo que parece que ahora le mola a la peña.
En cuanto a la acción es bastante lineal, si bien ocasionalmente se nos ofrecen algunos flashbacks explicativos del pasado del personaje. Lo malo, que apenas ocurra algo. Mucha batallita entre clanes enfrentados, aunque para nada nos explican el porqué de la rivalidad y qué papel desempeñan algunos de los secundarios presuntamente importantes, y poco más.
Respecto el dibujo, da el pego a primera vista, aunque luego empiezas a verle deficiencias de las cuales la más evidente es la práctica inexistencia de fondos. La norma, el fondo en blanco. Y que el dibujante no tiene ni puta idea de dibujar un caballo (eso sí, os podréis reir un rato con los caretos que les pone).
Por lo demás, un cómic de peleítas bastante del montón para abajo. Prescindible.
15 minutos después, o sea, lo que más o menos tardas en leerte sus casi 200 páginas, el desengaño es un hecho.
Vamos con el argumento: Chunchu (o Chonchu), es un joven que fue dado en adopción, nada más nacer, a un clan de guerreros después de que sus padres comprobaran que se trataba del hijo del demonio (uauh), aspecto de la trama con connotaciones fantásticas y que es de esperar que acabe por ser desarrollado más adelante porque, y ahí está la gracia del tebeo, una y otra vez se le recuerda al lector que oh, es Chonchu, el hijo del demonio, el que huele a sangre y muerte y que acabará con el clan que le adoptó. Porque la verdad es que cada pocas páginas alguien debe mencionar algo de lo anterior, a menudo de forma completamente gratuíta, hasta el extremo que después de superar la etapa de la irritación, y luego la del cansancio, acabas casi por desear que te vuelvan a repetir lo mismo sólo por echarte unas risas.
Pero no se queda ahí la cosa. De repente se te ocurre que si hicieran una adaptación a la pantalla grande de este tebeo tendrías muy claro a quien escogerías como actor protagonista: Keanu Reeves. Por esa inexpresividad cartoniana que acompaña al personaje desde la portada. Ahora que es tope-cool-s'-oye, que es lo que parece que ahora le mola a la peña.
En cuanto a la acción es bastante lineal, si bien ocasionalmente se nos ofrecen algunos flashbacks explicativos del pasado del personaje. Lo malo, que apenas ocurra algo. Mucha batallita entre clanes enfrentados, aunque para nada nos explican el porqué de la rivalidad y qué papel desempeñan algunos de los secundarios presuntamente importantes, y poco más.
Respecto el dibujo, da el pego a primera vista, aunque luego empiezas a verle deficiencias de las cuales la más evidente es la práctica inexistencia de fondos. La norma, el fondo en blanco. Y que el dibujante no tiene ni puta idea de dibujar un caballo (eso sí, os podréis reir un rato con los caretos que les pone).
Por lo demás, un cómic de peleítas bastante del montón para abajo. Prescindible.
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