Y como toda primera lectura me dejó varios recuerdos imborrables. Oir al Capitán América hablar de sí mismo como “el hijo de la señora Rogers”, frases como “¡Craneo Rojo! ¡Reconocería su voz aún en la peor de las tormentas” y ver como el villano de turno “eliminaba” en un pasillo a cuatro agentes de S.H.I.E.L.D. (“¿Eliminar? ¡No los ha eliminado, los ha matado!” pensaba yo a mis tiernos nueve años).
Pese a ello no creo que me gustara Kirby. Era un dibujante “antiguo”, feo. Y ese sentimiento siguió hasta hace poco, no porque me siguiera pareciendo anticuado, sino porque disfrutaba más con artistas que homenajeaban a Kirby que cuando veía el original en acción.
Hasta que leí los Nuevos Dioses.
Entonces...
Todo cambió.
Ver a Kirby en su salsa y bucear debajo de sus páginas es como ir al mundo de las ideas de Platón y ver el concepto superheróico en sus expresiones arquetípicas. Kirby es único. Es original. Y lo demás son fotocopias. En el prólogo a la obra en su última reedición americana Mark Evanier recoge unas palabras de Frank Miller ilustrativas de ello: lo difícil en nuestro campo es pensar en cosas en las que no hubiera pensado ya Kirby antes. Y es verdad.
Cuando uno ve la cantidad de conceptos que se lanzan en las primeras 23 páginas de la obra (la Fuente, Apokolips, el Alto Padre Izaya, Orion, Lightray, los Nuevos Dioses, el boom tube, etc) y luego se reflexiona sobre el eterno reciclaje que de ellos se ha llevado a cabo en el cómic comercial desde entonces las cosas quedan aún más claras. Y si se multiplica esa explotación por todas las creaciones (personajes, situaciones, historias) que Kirby produjo durante su larga vida laboral/creativa, ¿sabéis cuál es el resultado? Id a cualquier librería especializada. Lo veréis en las estanterías repletas de cómics de DC y Marvel.
Estoy contento de que me guste Kirby. Necesitaba que me gustara Kirby. Y tener tantos motivos para ello es un placer.
Y que los suyos fueran los primeros cómics que leí otro.
Hasta que leí los Nuevos Dioses.
Entonces...
Todo cambió.
Ver a Kirby en su salsa y bucear debajo de sus páginas es como ir al mundo de las ideas de Platón y ver el concepto superheróico en sus expresiones arquetípicas. Kirby es único. Es original. Y lo demás son fotocopias. En el prólogo a la obra en su última reedición americana Mark Evanier recoge unas palabras de Frank Miller ilustrativas de ello: lo difícil en nuestro campo es pensar en cosas en las que no hubiera pensado ya Kirby antes. Y es verdad.
Cuando uno ve la cantidad de conceptos que se lanzan en las primeras 23 páginas de la obra (la Fuente, Apokolips, el Alto Padre Izaya, Orion, Lightray, los Nuevos Dioses, el boom tube, etc) y luego se reflexiona sobre el eterno reciclaje que de ellos se ha llevado a cabo en el cómic comercial desde entonces las cosas quedan aún más claras. Y si se multiplica esa explotación por todas las creaciones (personajes, situaciones, historias) que Kirby produjo durante su larga vida laboral/creativa, ¿sabéis cuál es el resultado? Id a cualquier librería especializada. Lo veréis en las estanterías repletas de cómics de DC y Marvel.
Estoy contento de que me guste Kirby. Necesitaba que me gustara Kirby. Y tener tantos motivos para ello es un placer.
Y que los suyos fueran los primeros cómics que leí otro.
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