Algunas lecturas a salto de mata en una semana especialmente nutrida de novedades (para que luego la gente se vaya quejando de que nunca sale nada).
Leyendo Tokio es mi jardín (novela gráfica firmada por Boilet y Peeters, publicada por Ponent Mon) a uno le llegan recuerdos veraniegos de un cine a la fresca de Mahón (Menorca), acondicionado en mitad del claustro de una iglesia (sip, siempre hemos tenido fama de ateos y rojillos, qué se le va a hacer), con Lost in translation en pantalla y una pipa cargada y sin fuego (no pregunten). Creo que me voy a ganar cierta fama de ir a contracorriente, pero a diferencia de lo que se oyó de esta película en su estreno (críticas positivas a mansalva) me dejó de lo más frío. Qué os voy a contar, la prota me sacaba de quicio! Todo esto a raiz de que ese retrato de Tokio y en un sentido más amplio de la sociedad japonesa se refleja por igual (y aún me atrevería a decir que con más profundidad) en esta novela gráfica, sólo que desde una perspectiva completamente opuesta: Si en Lost in translation la pareja protagonista se mueve en un escenario extraño (a momentos incluso diría que casi irreal) definido por contraposición al modo de vida occidental, aquí Boilet i Peeters aún sin renunciar a este hecho parecen poner más intererés en poner de relieve la similitud del género humano, aspecto que cimenta el argumento de la novela: la fascinación de un occidental, un francés, por la cultura nipona, y su relación sentimental con una joven nativa. Una historia donde la cotidianeidad de lo contado es el eje en torno al que se desarrolla la acción, narrada magistralmente y con una envidiable naturalidad que haya su reflejo en el dibujo, donde se pone en evidencia la documentación fotográfica y audiovisual reunida por Boilet. Una lectura deliciosa, amable y de la que podéis aprender mucho sobre ese gran desconocido que es el Japón.
Leyendo Tokio es mi jardín (novela gráfica firmada por Boilet y Peeters, publicada por Ponent Mon) a uno le llegan recuerdos veraniegos de un cine a la fresca de Mahón (Menorca), acondicionado en mitad del claustro de una iglesia (sip, siempre hemos tenido fama de ateos y rojillos, qué se le va a hacer), con Lost in translation en pantalla y una pipa cargada y sin fuego (no pregunten). Creo que me voy a ganar cierta fama de ir a contracorriente, pero a diferencia de lo que se oyó de esta película en su estreno (críticas positivas a mansalva) me dejó de lo más frío. Qué os voy a contar, la prota me sacaba de quicio! Todo esto a raiz de que ese retrato de Tokio y en un sentido más amplio de la sociedad japonesa se refleja por igual (y aún me atrevería a decir que con más profundidad) en esta novela gráfica, sólo que desde una perspectiva completamente opuesta: Si en Lost in translation la pareja protagonista se mueve en un escenario extraño (a momentos incluso diría que casi irreal) definido por contraposición al modo de vida occidental, aquí Boilet i Peeters aún sin renunciar a este hecho parecen poner más intererés en poner de relieve la similitud del género humano, aspecto que cimenta el argumento de la novela: la fascinación de un occidental, un francés, por la cultura nipona, y su relación sentimental con una joven nativa. Una historia donde la cotidianeidad de lo contado es el eje en torno al que se desarrolla la acción, narrada magistralmente y con una envidiable naturalidad que haya su reflejo en el dibujo, donde se pone en evidencia la documentación fotográfica y audiovisual reunida por Boilet. Una lectura deliciosa, amable y de la que podéis aprender mucho sobre ese gran desconocido que es el Japón.
Y seguimos con cómics que tratan el tema de las relaciones personales: Siempre podemos ser amigos, de Mawil, publicado por Bang Ediciones. Y me encuentro con un tebeo donde el protagonista, en el que parecen advertirse rasgos autobiográficos, nos cuenta varias historias centradas en su relación con el sexo opuesto. Si bien irregulares, la impresión general que me causó es de cierta decepción. Sencillamente lo encontré aburrido: En ocasiones se sirve de excesivo texto que no viene a cuento de gran cosa y que ralentiza la lectura cuando no la hace insoportable, hecho que se pone en evidencia al intentar hacernos reir con chistes o situaciones que, la verdad, no me hacían maldita gracia...Curioso el que el estilo de dibujo de Mawil, caricaturesco, acompañe historias de sabor agridulce. Por lo demás, prescindible desde mi punto de vista (lo cual ya sabéis que no quiere decir absolutly nothin': había leído críticas positivas que habían sido colgadas como comentarios a la noticia sobre su lanzamiento que Álvaro posteó en su Cárcel de Papel).
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