Mal momento escogí yo para ponerme al día de las aventuras de este Profesor Bell de Joann Sfar. Toda la noche revolviéndome en mi cama, resultado de una eterna pesadilla sin fin en la que no hacía sino pasar las páginas de El mejicano de dos cabezas. No. No os riáis que es cosa seria. Otra cosa hubiera sido entrar en el fantástico mundo en que se desenvuelve Bell, pero no, no pudo ser esto sino lo otro. Qué dolor de cabeza y qué entrada de semana la de este martes. Pero vayamos con los dos álbumes de Sfar que he devorado (el segundo es el recién publicado Los muñecos de Jerusalén). No comentaré los respectivos argumentos de cada uno de los cómics, sino la impresión general que me han causado. Sfar vuelve a la carga recreando unos personajes y una atmósfera y ambientación fantásticas y sugerentes. Son estos y no otra cosa los principales puntos fuertes de la obra en cuestión.
Ahí tenemos a nuestro profesor Bell, trasunto de Sherlock Holmes, que une a su faceta natural de investigador la de cirujano, psicólogo, inventor y conocedor de las artes arcanas; personaje de psique compleja y de los más ambiguos que he leído últimamente, de Bell se empieza recelando y acabas temiéndole al finalizar el segundo álbum. Uno de esos personajes capaz de los actos más honorables y diría que también los más abominables. De suscitar amor y odio enconados por parte del lector. ¡Vamos, un personaje interesante! (¡No, no se habían extinguido,no!). Junto a él, toda una serie de secundarios de lo más extravagantes (como no podía ser de otra forma): un inspector de policía bonachón y casi entrañable cuyo ridículo nombre es objeto de mofa por parte de Bell, un fantasma alojado en la mansión del profesor y que es al tiempo su compañero de correrías y al mismo tiempo uno de sus pacientes (recibe terapia psicológica a fin de superar su muerte)... ¿Y qué decir de los antagonistas? ¿Un mejicano con dos cabezas capaz de animar a los muertos? ¿El mismísimo Diablo?
La otra baza fuerte que quisiera destacar es la recreación de un mundo que si bien bebe de unos planteamientos clásicos (Conan Doyle y la novela gótica del XIX) es original en tanto Sfar le aporta un punto entre surrealista y fantástico. Atractiva propuesta a todas luces y que se corresponde a la perfección con el dibujo y el color.
¿Pero qué hay de las historias que se nos cuentan? Ahí es donde, a mi juicio, flaquea más la obra. Parece que Sfar cuenta la historia a trompicones y a base de improvisar las escenas . Existe coherencia por encima de todo, sí, pero no dejan de sorprender algunos recursos utilizados que parece que no casan ni con cola con lo que se nos cuenta. Así, ocasionalmente encontramos anécdotas que se desmarcan de la trama narrada y que parece que no tienen objetivo alguno, salvo entorpecer el ritmo de lectura. Una lástima, porque ambos cómics están plagados de buenas ideas y golpes de efecto sorprendentes. Por otro lado, comprendería que a más de uno le puedan chocar las idas de olla del autor (que las hay, y muchas); claro, que ya sabéis cómo es ésto: lo que a unos les puede parecer un absurdo sin objeto alguno, a otros les puede parecer una genialidad. Al respecto, mi caso se encuentra entre ambas posturas. Y no puedo finalizar sin hacer alusión al humor que se encuentra presente en toda la obra: Sfar-denominación-de-origen. Inconfundible, una síntesis entre humor negro, una inyección surrealista en vena y algo del gusto inglés por los juegos de palabras. Si gustáis de semejante combinado, enhorabuena! Si no.. probad con precaución y sopesad el resto de factores comentados a la hora de pensaros si os compráis alguno o no.
Ahí queda la cosa.
Y ah, joder, la edición de Sins entido digna de destacar. Papel de gran calidad, buena reproducción y unas cubiertas porosas pero que muy agradables al tacto. Ummm..¡basta, cuánto vicio! Si es que al final, los que leemos cómics acabamos siendo unos fetichistas de cuidado.. Jeh.
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