Ring Circus 3: Los amantes (Chauvel, Pedrosa; Norma): No sé qué demonios tiene este comic. En serio. Pero sea lo que fuere me hace devorarlo nada más salir, lo cual teniendo en cuenta su dilatada publicación ya tiene su mérito.
Pero la principal incógnita es el porqué. ¿Por qué me gusta Ring Circus?
Reconozco públicamente que le eché el ojo sólo por su dibujo, de calidad más que evidente. ¡Y qué decir del color! Simplemente delicioso.
Pero todos estaremos de acuerdo que si hablamos de cómic europeo a menudo nos encontramos con tebeos que entran por los ojos y que después acaban decepcionándonos por el desarrollo y ejecución de los argumentos planteados. De éstos los hay patadas. Y lo mejor es que se les hace merecedores de galardones varios y reciben mil y un elogios por parte de críticos respetados. Eso es lo más irónico del asunto.
Pero Ring Circus es harina de otro costal. La historia es lo más simple que os podáis echar a la cara. Un par de amigotes deciden cortar por lo sano, abandonar sus vidas y embarcarse en un circo ambulante, donde encontrarán una forma de vida muy distinta a la que hasta entonces habían seguido, todo ello ambientado a finales del siglo XIX (má o meno).
Yaxtá. Ahí tenéis la premisa básica. Respecto al desarrollo de la trama, podríamos decir con propiedad que la cimentan los protagonistas en su relación con los integrantes del circo. Ahí está el principal atractivo del cómic desde mi punto de vista, junto a la evolución de esos dos amigos, como uña y carne al principio de la saga que empezó en Los pringados y ahora mismo casi dos desconocidos para tristeza del lector. Porque los personajes de Ring Circus son reales como la vida misma, por mucho que Pedrosa guste de caricaturizarlos con su dibujo. Y quien dice reales también dice cercanos, uno de los puntazos del cómic. Cuando estos chicos se enamoran el lector acaba sufriendo ante el rechazo, para a continuación esbozar una sonrisa cuando el amor resulta correspondido. ¿Y qué decir de la troupe circense? Se huye del estereotipo en favor de la profundidad humana del personaje retratado, como es el caso de Blanche la amazona, personaje cuya tragedia personal se gana la comprensión del lector y ante la que uno no podría reprimir más de un suspiro.
Que luego haya una trama de fondo casi resulta secundario. ¿Que tal personaje esconde algo? ¿Que exista cierto componente sobrenatural? ¿O sería mejor decir mágico? (después de todo estamos ante el mayor espectáculo del mundo) Casi diría que todo eso son consideraciones secundarias aunque necesarias para aportar al conjunto esa atmósfera mágica a la que ya hemos hecho alusión, y que por encima del hecho de centrarse en la cotidianeidad de la gente que compone un circo itinerante también bebe de una ambientación victoriana contemplada a través de un cristal de feria que le da un tono fantástico.
Pero la principal incógnita es el porqué. ¿Por qué me gusta Ring Circus?
Reconozco públicamente que le eché el ojo sólo por su dibujo, de calidad más que evidente. ¡Y qué decir del color! Simplemente delicioso.
Pero todos estaremos de acuerdo que si hablamos de cómic europeo a menudo nos encontramos con tebeos que entran por los ojos y que después acaban decepcionándonos por el desarrollo y ejecución de los argumentos planteados. De éstos los hay patadas. Y lo mejor es que se les hace merecedores de galardones varios y reciben mil y un elogios por parte de críticos respetados. Eso es lo más irónico del asunto.
Pero Ring Circus es harina de otro costal. La historia es lo más simple que os podáis echar a la cara. Un par de amigotes deciden cortar por lo sano, abandonar sus vidas y embarcarse en un circo ambulante, donde encontrarán una forma de vida muy distinta a la que hasta entonces habían seguido, todo ello ambientado a finales del siglo XIX (má o meno).
Yaxtá. Ahí tenéis la premisa básica. Respecto al desarrollo de la trama, podríamos decir con propiedad que la cimentan los protagonistas en su relación con los integrantes del circo. Ahí está el principal atractivo del cómic desde mi punto de vista, junto a la evolución de esos dos amigos, como uña y carne al principio de la saga que empezó en Los pringados y ahora mismo casi dos desconocidos para tristeza del lector. Porque los personajes de Ring Circus son reales como la vida misma, por mucho que Pedrosa guste de caricaturizarlos con su dibujo. Y quien dice reales también dice cercanos, uno de los puntazos del cómic. Cuando estos chicos se enamoran el lector acaba sufriendo ante el rechazo, para a continuación esbozar una sonrisa cuando el amor resulta correspondido. ¿Y qué decir de la troupe circense? Se huye del estereotipo en favor de la profundidad humana del personaje retratado, como es el caso de Blanche la amazona, personaje cuya tragedia personal se gana la comprensión del lector y ante la que uno no podría reprimir más de un suspiro.
Que luego haya una trama de fondo casi resulta secundario. ¿Que tal personaje esconde algo? ¿Que exista cierto componente sobrenatural? ¿O sería mejor decir mágico? (después de todo estamos ante el mayor espectáculo del mundo) Casi diría que todo eso son consideraciones secundarias aunque necesarias para aportar al conjunto esa atmósfera mágica a la que ya hemos hecho alusión, y que por encima del hecho de centrarse en la cotidianeidad de la gente que compone un circo itinerante también bebe de una ambientación victoriana contemplada a través de un cristal de feria que le da un tono fantástico.
Otro de los aciertos del tebeo es el cambio de tono que se ha podido observar después de tres álbumes y a la espera del cuarto que, cierra la serie. Desde el tono jocoso del primer álbum a éste que tenemos entre manos y donde se observa un matiz desencantado, casi un preludio de lo que bien podría ser un desenlace trágico todavía por acontecer (suposición personal y que confío no suceda), los personajes han evolucionado significativamente.
Por lo demás, día a día del periplo de esta comitiva que en el cuarto volumen alcanzará Ruskovia, y poco más. Pero hasta ésto está bien. ¿Que en un paso de montaña uno de los carromatos se precipita al vacío con la bestia enjaulada y su caballo de tiro? Pues la aparentemente anecdótica escena está contada de forma que el lector acaba compadeciéndose de los pobres animales.
¿Y del dibujo qué puede contarse? Que Cyril Pedrosa proviene del ámbito de la animación (trabajó para Disney en Hércules y El Jorobado de Notre Dame), lo cual se nota tanto en su trazo como en el color. Vamos, una pasada.
Que sí, que ahí queda. Que mola mucho.
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