-Omar el navegante 1: Jinn-el-Rais (Pedro Rodríguez, Ariadna editorial): Tebeo de aventuras ambientado en el Mediterráneo del siglo XVII y que tiene por protagonistas a un marino cretense, Omar, y a Djinn-el-Rais, un feroz pirata que antaño había sido compañero de infancia del primero hasta verse separados a raiz de una razzia berberisca efectuada sobre las costas de su isla natal. Entre ambos, un casco rescatado de un naufragio y que esconde un mapa que detalla la fórmula mágica necesaria para llegar a San Borondón, la mítica isla flotante oculta detrás de un manto de niebla y que guarda la anhelada fuente de la eterna juventud.
La temática del cómic, aunque enmarcado dentro del género de aventuras, gira en torno a la amistad, el sentido de lo maravilloso ligado a la infancia, y a cómo puede la vida cambiar a las personas.
La acción del cómic sigue un desarrollo cronológico, iniciándose en la infancia de los protagonistas y de cómo encontraron el mapa que marcaría posteriormente sus andanzas, para luego saltar a su madurez. Y es que el tiempo posee un papel destacado en el desarrollo de la trama, abundando los saltos temporales y las elipsis, quizás uno de los rasgos menos afortunados del cómic en tanto que puede llegar a confundir al lector y le priva de escenas que parece que íbamos, en la medida que el autor parece preparar su escenificación, cuando en realidad no acaban por acontecer. Vale que quizás esas escenas no aportarían nada a la trama, pero la decepción, al menos en mi caso, es un hecho. Por otro lado, el ritmo de la historia es desigual: empieza muy bien para luego descender en la parte de la historia que alude a la búsqueda del amigo perdido y su relación con el mapa, para finalmente aumentar de nuevo en el desenlace de la historia. Desenlace que todo sea dicho de paso deja buen sabor de boca y supone no sólo la síntesis de los principales temas tratados sino que se conecta con el comienzo de la historia, reportando una evidente sensación de unidad.
La narración es correcta y los dibujos expresivos. El color, sobrio, casa con el ambiente mediterráneo retratado.
La temática del cómic, aunque enmarcado dentro del género de aventuras, gira en torno a la amistad, el sentido de lo maravilloso ligado a la infancia, y a cómo puede la vida cambiar a las personas.
La acción del cómic sigue un desarrollo cronológico, iniciándose en la infancia de los protagonistas y de cómo encontraron el mapa que marcaría posteriormente sus andanzas, para luego saltar a su madurez. Y es que el tiempo posee un papel destacado en el desarrollo de la trama, abundando los saltos temporales y las elipsis, quizás uno de los rasgos menos afortunados del cómic en tanto que puede llegar a confundir al lector y le priva de escenas que parece que íbamos, en la medida que el autor parece preparar su escenificación, cuando en realidad no acaban por acontecer. Vale que quizás esas escenas no aportarían nada a la trama, pero la decepción, al menos en mi caso, es un hecho. Por otro lado, el ritmo de la historia es desigual: empieza muy bien para luego descender en la parte de la historia que alude a la búsqueda del amigo perdido y su relación con el mapa, para finalmente aumentar de nuevo en el desenlace de la historia. Desenlace que todo sea dicho de paso deja buen sabor de boca y supone no sólo la síntesis de los principales temas tratados sino que se conecta con el comienzo de la historia, reportando una evidente sensación de unidad.
La narración es correcta y los dibujos expresivos. El color, sobrio, casa con el ambiente mediterráneo retratado.
Finalmente destacar la cuidadosa edición a cargo de Ariadna editorial, que junto a la fantástica portada de Pedro Rodríguez confieren al cómic un aspecto atractivo.
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