YA estamos en plena publicación en nuestro país de la saga que comenzó con la muerte del legendario Capitan America y que constituyó el epílogo a Civil War, la miniserie más famosa, rentable y polémica de los últimos años.
Sin embargo, estaréis de acuerdo conmigo en que canta y mucho la forma de matarlo. Me explico. Doy por sentado que habéis leído el Capitan America 26 (de Panini). Un personaje público como Steve Rogers alias Capitan América. Actualmente declarado Enémigo Público Número 1 desde el día del inicio de la Ley Registro de Superhumanos que dio lugar a la Guerra Civil. Y además, por si fuera poco, enemigo de todo enemigo de los Vengadores desde el número 4 de la serie original, más todos los suyos propios.
¿Y cómo protegemos a este Prisionero de Guerra antes de llevarlo ante el Juez en un simple Juzgado de NY?
Pues con unos grupete de policías. Está clarísimo. No hace falta nadie más. No hay peligro de que el prisionero se escape. No hace falkta que lo escolte ningún metahumano, o el propio Iron Man, como debería haber sido. Lo raro es que Steve Rogers no pidiera un capellán antes de salir del furgón. Hubiera molado que entre la muchedumbre aparecieran un montón de viejos enemigos para matarle y que al llegar hasta él, se lo hubieran encontrado tiroteado.
Estaba muerto antes de salir.
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