Series como La Frecuencia Kirlian necesitan del boca a boca, habida cuenta de la poca repercusión que ésta ha tenido en nuestro país, y eso que una búsqueda en Google nos da abundantes entradas, la mayoría nacidas en Argentina, de donde son sus creadores, o EUA. Afortunadamente, en buena hora llego a mis oídos sobre ella, de la mano de un post en El Pájaro Burlón, donde podréis encontrar una reseña en condiciones, y no tanto estas líneas que siguen, que tan sólo pretenden llamar la atención hacia un producto que creo debiera despertar el interés entre los aficionados al género fantástico y, dentro del mismo, al terror.
La Frecuencia de Kirlian es una mini-serie de animación tradicional, integrada por cinco episodios cuya duración gira en torno a los diez minutos cada uno, y que puede ser encontrada en Netflix.
La premisa básica gira en torno a las emisiones radiofónicas de una emisora emplazada en un pequeño pueblito del interior de Buenos Aires llamado Kirlian, de manera que cada episodio simula ser una grabación en casete de uno de esos programas emitidos, siempre, durante la franja nocturna. Su peculiar presentador, del que nunca veremos su rostro, nos presenta Kirlian ya desde el primer episodio, como no podría ser de otra manera. Las historias que acaecen en este pueblo durante la noche (pues nunca pasa nada digno de mención a lo largo del día) son el motor de la serie y las que nutren el programa radiofónico del misterioso locutor. Lo cierto es que los referentes de esta premisa nos remiten a películas como La Niebla, de mi idolatrado Carpenter, o a series como The Twilight Zone o Twin Peaks.
Ahora, la reducida duración de cada episodio hace que la acción se concentre al máximo, en un ejercicio narrativo de gran efectividad por regla general. Y es aquí donde reside la grandeza de la serie. Desprovistas de la calidad estética a la que generalmente estamos acostumbrados en producciones de animación hoy en día, son las historias mismas las que saltan a un primer plano, primándose el contenido y la narración frente a la forma, consiguiéndose resultados brillantes con una evidente escasez de medios. Buena prueba de ello es que una serie que nació en internet y se emitió originalmente en Vimeo haya llamado la atención de Netflix, quien empezó a emitirla a principios de este año.
Sobre las historias... prefiero no contar nada, porque creo que se disfrutan más cuanto menos se sepa de las mismas, pero sí que me siento con la obligación, por aquello de picar la curiosidad a quien se sienta aludido, de mencionar que los referentes son el cine y la televisión de los 70, 80 y 90, dentro del género del fantástico/terror, lo cual incluye, evidentemente, a uno de los maestros, Stephen King, con todo lo que ello implica (guiño-guiño). No podría ser de otra manera, Cristian Ponce, creador de la serie, acostumbraba a leer sus cuentos cuando trabajaba como locutor radiofónico en la franja nocturna, como podemos leer en esta entrevista que se le hace en la web La Cueva de Chauvet.
En lo que respecta al apartado gráfico, desarrollado por Hernán Bengoa, admito que de buenas a primeras, me echó un poco para atrás, precisamente por lo diferente de su propuesta comparado a lo que estoy acostumbrado a consumir. Pero eso sólo fue al principio, pues enseguida caí bajo el embrujo de esa atmósfera tan especial a la par que cautivadora que Hernán es capaz de crear y sugerir para la noche de Kirlian.
El equipo de La Frecuencia lo cierran Hernán Biasotti, en el diseño sonoro y Marcelo Cataldo en la música original, que es otro de los aspectos que nos retrotraen al cine de esos 80 y que hace que nos veamos transportados a las malsanas y peligrosas calles de Kirlian una vez se pone el sol. Finalmente, Franco Cerana dirige la fotografía para los segmentos en imagen real.
En definitiva, la serie no sólo me ha sorprendido muy gratamente sino que me ha entusiasmado hasta el punto de dejarme con mono de más, porque a ver, ¿sólo cinco episodios? ¿Me queréis decir que me voy a quedar colgado con la curiosidad de saber qué pasó en Kirlian tras la noche del cometa? ¿Por qué se acaban ahí las cintas del programa de radio? ¡Quiero más!