Chris Claremont no creó a los X-Men, pero fue la fuerza creativa que los sacó del limbo comercial y los convirtió en la franquicia más vendida del cómic americano. Una hábil combinación de culebrón, caracterización de personajes, tramas maduras, aventuras sin límite y la identificación de sus protagonistas mutantes con las minorías étnicas, sociales y raciales del mundo real son algunas de las características de la serie durante el tiempo que la escribió.
Adaptar una serie con decenas, incluso cientos, de personajes, con tramas que se han extendido a lo largo de años, y que a los propios guionistas y lectores les cuesta seguir en ocasiones, es una ardua tarea. Y ahí radica la magia que obraron Bryan Singer y su equipo con las dos primeras entregas de X-Men (2000 y 2003, respectivamente).
Aunque, evidentemente, no cupo todo el material acumulado en las miles de páginas de historia mutante, el director se centró en lo importante: el concepto de minoría perseguida, que se ve obligada a defender a una humanidad que no la entiende y que a menudo la odia y pretende destruirla; la idea de una escuela donde los mutantes conviven y aprenden a controlar sus poderes; las ansias de venganza de mutantes misántropos como Magneto; el compañerismo y trabajo en equipo del grupo; y Lobezno, claro, quien se erige en auténtico protagonista del espectáculo.
Más importante, según mi punto de vista, es que todo el material presentado en pantalla no desdice el que queda fuera, dejando que el lector pueda rellenar los huecos con sus propios conocimientos del cómic e incluso en aquellos casos en que la adaptación no es extremadamente fiel tampoco invalida aquellos aspectos del original en los que se inspira.
Además, es significativo el hecho de que las carencias del primer film se tuvieran en cuenta de cara al segundo aprovechando para incluir más personajes, extraer más tramas de los cómics y realizar cientos de guiños ocultos a los aficionados, dando lugar a una secuela muy superior al primer largometraje, cosa que no suele ser demasiado habitual. Como tampoco lo es que los responsables de una adaptación al cómic se esfuercen con cada entrega por hacerla más fiel aún al original.
Quizás por eso X-Men y X-Men 2 son dos de las mejores adaptaciones de cómics de superhéroes al cine. Y X-Men 2 una de las mejores películas de superhéroes a secas.
[Texto a aparecer en la revista Fancine]