lunes, noviembre 20, 2006

La paloma y la jauría

La paloma y la jauría (Simon Hureau; La Cúpula): Por lo general, en nuestro día a día, no somos conscientes de gran parte de la realidad que nos rodea. Parte de ello se debe a nuestros medios informativos, poco receptivos a hacerse eco de lo que para ellos es información que no merece la pena ser emitida. ¿Acaso no estamos familiarizados con las imágenes de pobreza y marginalidad provenientes de países incluidos en esa desafortunada y artificial clasificación de “Tercer Mundo”, al tiempo que pasamos por alto, o quizás desconocemos, que esas mismas situaciones pueden darse dos barrios más allá de donde vivimos?
Este tema es el telón de fondo a la historia principal que hallamos en este cómic. Pero la voluntad del autor parece que va mucho más allá de plasmar una determinada situación social o económica. La paloma y la jauría es una historia de cómo la inocencia, la candidez pueden verse abocadas a la destrucción en un mundo hostil donde parece que no hay lugar para semejantes ¿virtudes?. Todo ello de la mano de su protagonista indiscutible, Colombe, una tierna jovencita cuya madre adoptiva le sugiere la posibilidad de que, a punto de asumir la mayoría de edad, vuelva con su familia natural, un grupo de un salvajismo y una crueldad sin igual. Un núcleo familiar que chocará una y otra vez con sus sueños y esperanzas relativos al amor y a la vida, una vida que apenas está empezando a conocer.
Un argumento que se desarrolla a la sombra de una desazón y un pesimismo evidentes que desembocan en un amargo, crudo final que a buen seguro no os dejará indiferentes.
Un argumento que se halla plasmado impecablemente, con un dibujo atractivo, un ritmo adecuado y una narrativa efectiva, características que conforman un cómic francamente recomendable.
¿Pero recomendable para quién? Leer las desgraciadas vicisitudes por las que pasa esta paloma equivale a echar una miradita al Vacío. No le miraremos directamente a los ojos, pero lo vislumbraremos. Y sentiremos horror y repugnancia. Horror ante el caos de la existencia, que a su vez debemos asociar a injusticia e indefensión. Y repugnancia hacia el género humano en su conjunto. Llamadlo pesimismo antropológico si queréis.
Después de esto la decisión queda en vuestras manos. Entenderé que optéis por los algodones de, no sé, pongamos Crisis de identidad (por cierto Jaime, ¿para cuándo el post?).

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