martes, enero 31, 2006

Emperador Océano

Emperador Océano 1 y 2 (Baranko; Norma): Primera y segunda parte de una trilogía de ciencia-ficción de sugerente trasfondo y ambientación.
La acción se desarrolla en el complejo entramado de ex-repúblicas soviéticas, reconvertidas ahora en piezas del puzzle que conforma la nueva dictadura rusa, en manos de un ex-escritor de ciencia-ficción que ansía la inmortalidad que puede reportarle la invocación del espíritu de Gengis Khan, señor de la Horda de Oro. Ante él, un derviche checheno, el último de los suyos con vida tras el bombardeo atómico de que fue objeto su pueblo por parte del imperio, e iluminado después de conocer la verdad escondida tras el concepto teológico de la Ichkeria Celeste (sí, para fliparlo), revelación que dicho sea de paso no sólo le privó de todo apego hacia la vida sino que a partir de entonces la muerte sería su único ideal. Pero la cosa no queda ahí, no, sino que por en medio tenemos a una monje, la encarnación ni más ni menos de la princesa que acabó con la vida del gran khan, y cuyo papel en la trama general todavía se encuentra sumido en las sombras.
¿Lo habéis pillado? ¿No? Pues todavía ni os había hablado de los OVNIS. Rollo Jiménez del Oso. Tope años 80. En serio. Por no hablar del clon de Newton. Vale, no os lío más.
Leer el Emperador Océano es un auténtico viaje, hablando en términos de Fear and Loathing in Las Vegas, algo de lo que por cierto también encontramos algo en la trama. Pero no tanto como para no enterarte de qué va todo. Es más, la historia se sigue perfectamente, y el ritmo aunque muy pausado en el primer volumen va in crescendo hasta lo que parece que va a ser un tercer tomo apoteósico. Veremos.
Sin embargo los principales aciertos a mi modo de ver las cosas es por un lado la ambientación, conseguida y documentada, donde se puede rastrear la procedencia ucraniana del autor. Por otro lado, la mezcla tan heterogénea de elementos que confiere una especial originalidad al conjunto. Quizás me recordaría, por hacer alguna comparación, a algo de lo que han podido hacer Jodorowsky o Moebius, pero lo cierto es que de Emperador Océano sólo hay uno. Y menudo es el cabrón...
En el aspecto gráfico Baranko nos ofrece páginas planificadas de forma que invitan a la lectura, con pocas viñetas en cada una de ellas y de buen tamaño, donde el peso recae en los personajes retratados, sin descuidar los fondos cuando resultan necesarios para la narración. Por lo que respecta a la figura humana, destacar el expresionismo facial cercano a la caricatura. El color, sobrio, sin estridencias, parece corresponderse con el marco de esa Rusia desestructurada que sirve de telón de fondo a la acción.
En definitiva, un lectura original, divertida por momentos y, sobre todo, extraña.

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