NO TENGO PALABRAS: BUENO SI, SE NOTA QUE ENNIS SABE APRECIAR LOS CLÁSICOS. BWA-HA-HA-HA....
martes, agosto 24, 2010
miércoles, agosto 04, 2010
Batman (1966)
¿Cuál es la mejor película del hombre murciélago? Batman: La Máscara del Fantasma (1993). Indiscutiblemente. Se trata de un largo de animación realizado por el excelente equipo tras la serie de dibujos animados de los 90. Tan excelente que incluso consiguió que la serie fuera mejor que los cómics.
Pero hablando de films de imagen real, ¿con cuál nos quedamos? ¿Con el universo gótico-muerto viviente de Burton? ¿O con el neón-chiripitifláutico de Schumacher? ¿O con las incursiones indies con pretensiones de Nolan?
A favor de Burton, como siempre, lo visual. En su contra, la debilidad argumental y que lo que nos cuenta no tiene nada que ver con Batman. A favor de Schumacher: su cosa se parece algo más a Batman. En su contra: todo degenera en un artefacto visual y conceptual esperpéntico digno de un museo de los horrores. ¿Y la sobrevalorada aportación de Nolan? Su acercamiento es original, de película de superhéroe que intenta no serlo, pero acaba embarrancando en los típicos tópicos del género de una forma vergonzosa y apabullante.
Por eso, nuestro voto a mejor película de Batman va para: Batman (1966). Película basada en la serie de televisión protagonizada por Adam West y que se realizó como tarjeta de presentación de la misma de cara a su exportación al mercado europeo. Al volver a visionarla tantos años después uno tiene la impresión de que una civilización futura desenterró uno de los cómics de Batman de los 60 y pensó que así era como realmente vivía la humanidad en aquellos tiempos, por lo que procedió a filmar una película en la que trasladaba al pie de la letra lo que veían en las páginas del tebeo. Así, la temática infantil de la trama (debido a que principalmente se dirigía a un público joven), los absurdos giros argumentales (motivados por la falta de espacio y por la improvisación en los cómics de la época) son tratados en la película con una seriedad que, unida a la carencia absoluta de autoparodia y distanciamiento irónico, hace que el absurdo de lo que vemos nos resulte aún más grotesco. Sensación a la que contribuye el reparto recitando sus diálogos como si de un texto de Shakespeare se tratara.
Imprescindible.